martes, 12 de abril de 2011

Sobre la caza y sus mitos


Celebrémoslo: se acabó la temporada de tiros. Ahora que los aguerridos paladines enfundan sus escopetas y nuestra región deja de ser un campo de tiro hasta el otoño que viene, resulta oportuno realizar una reflexión sobre esta actividad y desmontar algunos de los mitos que sus partidarios -tan minoritarios como acérrimos- son tan dados a esgrimir.

MITO 1: En Extremadura hay 80.000 cazadores. Lo dicen así, en números redondos, para que abulte más y dé hasta miedo (¿quién no teme a un ejército de ese tamaño?). En realidad las licencias de caza existentes en la región son algo menos, 73.532. Si tenemos en cuenta que en la comunidad autónoma vivimos 1.083.259 personas, resulta que los amigos de la pólvora y los perdigones suponen tan sólo el 6,78 por ciento de la población. Minoría ruidosa, sin duda, pero si hubiera un referéndum para pedir la abolición de la caza seguro que lo perdían.

MITO 2: La caza genera riqueza y puestos de trabajo. Falacia predilecta de quienes pretenden legitimar cualquier actividad ilícita o perjudicial, como sucede actualmente con el tabaco: el bulo de que el Estado se forra con los impuestos de quienes fuman no se sostiene, ya que el gasto sanitario derivado del tabaquismo duplica con creces los teóricos beneficios. A nuestro entender, las cifras de beneficios que los empresarios cazadores esgrimen son irrisorias y prescindibles, por no hablar de las jugosas exenciones fiscales y otros trapillos turbios obtenidos su negocio. Además, si de rentabilidad económica se trata estos señores deberían plantearse que el cultivo de marihuana o el tráfico de armas producen más beneficios –y generan más puestos de trabajo- que su amadísima caza.

MITO 3: Los cazadores preservan el medio ambiente. Éste es el mito que más gracia hace: sería interesante averiguar en virtud de qué extraña aberración semántica se puede tratar de hacer creer que las siguientes actividades implican protección del medio ambiente:

a) Abonar el campo con cartuchos y plomo.

b) Disparar contra animales (protegidos o no).

c) Abandonar, maltratar o matar perros.

d) Abrir fuego en las proximidades de caminos, cascos urbanos y casas de campo.

Por no hablar del arrogarse en exclusiva la utilización durante una buena parte del año de la práctica totalidad del medio natural que, no lo olvidemos, pertenece a todos.

MITO 4: La caza es un deporte. Afirmación divertida a la par que capciosa donde las haya: si tirar contra animales indefensos se puede considerar deporte, no nos quedará más remedio que incluir en esta misma categoría a las peleas de gallos, las luchas de gladiadores y las meriendas de cristianos en el Coliseo de Roma. Los romanos lo hacían, y dormían tan felices por la noche.
En el fondo y en conclusión, la caza es un reducto donde se liberan pasiones inconfesables, agresividad reprimida y, en definitiva, todo el lastre de mamíferos depredadores que arrastramos desde nuestros oscuros orígenes. Pero el ser humano tiene que transmutar y canalizar todo eso en impulsos más positivos. Como dijo alguien, a más cultura menos violencia. El siglo XIX vio el final de la esclavitud. El XX fue el siglo de las mujeres, y el XXI será el de los animales. Albergamos la firme esperanza de que así será.